El Chepe Molina que yo conozco
Y ahora Chepe se calza sus anteojos al estilo Trosky y lee minuciosamente un texto de comunicación en su cubículo de la UNAN-Managua, afuera se oye el bullicio de una chavalada desenfrenada gritando vivas al final de la jornada de clase, es viernes y queda un fin de semana lleno de jolgorios para muchos.
Y no se crea que Chepe es un ensimismado, que vive recluido en cuatro paredes sin dar la cara, no, para nada, su jornada de trabajo empieza desde que se monta en el bus de la ruta 6 en la parada que le queda frente a su casa en los Balcanes, un sector de Cristo del Rosario de la vieja Managua, saludando y platicando con un alumno o alumna o un transeúnte que confió en él y le cuenta sus problemas cotidianos.
Ya llegando al término de su periplo, saluda a Sucre, el limpiabotas que se gana la vida honradamente en el portón principal de la UNAN-Managua. Va por los pasillos y los estudiantes se le acercan, su barba a lo Che y la boina negra de anarquista, le imprimen un sello personal que es fácilmente identificable en el conglomerado docente.
Ese es Chepe, el trotamundos que un día decidió dedicarse en cuerpo y alma a una profesión plagada de sinsabores y satisfacciones como es la docencia. ¿Dónde está el imán de Chepe que todos quisieran tener? ¿Por qué será que los estudiantes lo ven como a alguien que trasciende el aula?
Y es que para muchos y muchas que tuvieron la oportunidad de recibir clases con Chepe, la amistad caló más hondo que las semillas esparcidas durante dos décadas de trajinar por la educación superior, ese don de gente se fusionó con la academia logrando una quintaesencia muy difícil de igualar.
En 1988 Chepe me impartió la asignatura “Planificación de la Comunicación” en el antiguo Rurma (Recinto Universitario Ricardo Morales Avilés), donde quedaba la Escuela de Periodismo y sus enseñanzas, pero sobre todo la relación personal que cultivé con él en ese entonces selló una amistad que se consolidó con el tiempo.
Si la academia me atrapó, fue por la influencia indirecta de Chepe; recuerdo que una vez por esas jugadas que él solía hacer, me propuso que impartiera radio en una universidad de Matagalpa, sentía cierto temor porque no era mi especialidad, pero me dijo que me lanzara al ruedo, era un nuevo desafío y que él me brindaría todo su apoyo en la búsqueda de materiales y estrategias pedagógicas adecuadas, el paso estaba dado, de allí a parar a la UNAN-Managua a impartir Producción Radiofónica, era cuestión de tiempo y fue Chepe el “culpable” de esas negociaciones. Le agradezco en todo lo que vale su ayuda generosa.
Le decía el otro día a mis alumnos de Producción Radiofónica que a Chepe lo que le interesaba era esparcir el conocimiento, no importando que sus libros de uso personal anduvieran de mano en mano, es por eso que siempre practicó una política de puertas abiertas en todos los sentidos, y especialmente en lo que se refiere al préstamo de sus libros.
Hoy queda su cubículo vacío, esperando su llegada, y mientras cierro la puerta, hay un letrero que dice: “Se prohíbe prohibir, ahora y siempre”, frase que puso Chepe con su puño y letra, como instando a no desmayar en la búsqueda de la libertad personal y colectiva.
¿Dónde está el imán de Chepe que todos quisieran tener? Sólo él lo sabe.
*Catedrático área de Comunicación, carrera de Filología y Comunicación
UNAN-Managua
Por qué elminaron el comentario del artículo sobre el Profe. Quién controla esto, no estoy de acuerdo. Felicito al profesor Vallejos por este articulo pues asi era el, un hombre sencillo que nadie va a poder reemplazar por mucho que lo intenten algunos profes. El era unico.
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